martes, 5 de febrero de 2013

nunca pasa nada


aquí donde nacen el granito y la tormenta
y se amanceban con la estirpe de los iluminados cereales
aquí donde los olivos atraviesan un mar
impredecible de horizontales espejos
aquí en la senda olvidada donde los papagayos
juegan a la comba sobre los sepulcros visigodos
aquí nunca pasa nada

ni siquiera se escucha la consumación de las horas
ni el alegre sermón de las comadres que bajan a la nieve de los ríos
ni el excitante frufrú de las muchachas que con sus nalgas
dibujan una esfera luminosa en la monotonía perpendicular de las tardes solteras

nunca pasa nada por no pasar no pasa
ni el carromato de los gitanos que bailan al son de las madrugadas
ni el tren cargado de fresas en la estación de la primavera
no pasa ni un segundo de paja entre la tierra y sus océanos
y el cuervo encargado de anunciar las buenas nuevas
duerme plácidamente en la chimenea de las desolaciones
o nos remite a la oscuridad pecaminosa de la sacristía

aquí el sol cruza los dedos y se esconde
pintando de azafrán la cresta de los montes
aquí donde nace el granito y se disipa
el ruido de las fábricas 
entre los escaparates y las bicicletas
aquí donde un aparente frenesí consume
las últimas gotas de nostálgica discrepancia
aquí nunca pasa nada
mientras el cielo se desploma
como una monja ultrajada

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