el silencio se encalla en
mitad de noviembre
y no percibe el ruido de
los ángeles rubios
ni la esbelta sonata de los
girasoles
las gallinas picotean
alrededor del sombrero
y el áspero celo de los
ascensoristas
reproduce la escarcha de
todos los mirones
aquí se descuelgan de
palabras las orejas del mundo
y las golondrinas se
prodigan en las estanterías
como tiernos retoños con
afán de best-sellers
aquí los cuerpos de
seguridad contaminan las aguas que cruzan
como ríos de niebla las
altas estancias de los tribunales
secuestrando el oculto
brillo de las enciclopedias
aquí el desprestigio de
los poetas alcanza sus más altas cotas
entre las capas profundas
de la burguesía
que ya no encuentra ningún
misterio en descifrar metáforas
aquí las ecuaciones se
enredan en el triángulo de las emociones
y los barcos hacen sonar
sus sirenas en medio del desconsuelo
la muerte juega al ajedrez
con aquellos que disponen de más tiempo
y flota en la espesura
prenatal del otoño
como el cadáver de un
ruiseñor entre las páginas de un libro
que nadie espere un gesto
de incrédula derrota
ni la sabiduría epicúrea
de una pajarita de papel
las láminas tiemblan de
tinta en el rincón de las apariencias
y nadie sabe aún con qué
motivo
las guitarras se desnudan
en los conventos