imbuidos de pretendidas
certezas
desandamos en el umbral de la noche
desandamos en el umbral de la noche
el margen derecho del
angosto estío
y supimos de la ardiente
plenitud de las palabras
y del cálido bálsamo de
unos ojos agradecidos
temprano visitamos las
luces del alba
y ciegos como un bisonte
herido
arremetimos sin orden ni
concierto contra los rascacielos
que pueblan con éxito la
literatura de los suburbios
recopilamos no en uno sino
en tres magníficos instantes
la nomenclatura habitual de
las tardes de feria
y a modo de inventario
sedujimos a las jóvenes musas
que acostumbran a tenderse
desnudas en cualquier párrafo
tendremos que aprender a
pernoctar en hoteles sin estrellas
y a incluir en el orden del
día el seguimiento
de los pájaros que anidan
en el norte de las axilas
premonitoriamente ocultos
de la memoria