viernes, 16 de agosto de 2013

Uno escribe en el viento

Que por qué, que hasta cuándo, que si voy a dormir noventa meses,
que moriré sin obra, que el mar se habrá perdido.
Pero yo soy el mar, y no me llamo arruga
ni volumen de nada.

Crezco y crezco en el árbol que va a volar. No hay libro
para escribir el sol. ¿Y la sangre? Trabajo
será que me encuadernen el animal. Poeta
de un tiro: justiciero.

Me acuerdo, tú te acuerdas, todos nos acordamos
de la galaxia ciega desde donde vinimos
con esta luz tan pobre a ver el mundo.
Vinimos, y eso es todo.

Tanto para eso, madre, pero entramos llorando,
pero entramos llorando al laberinto
como si nos cortaran el origen. Después
el carácter, la guerra.

El ojo no podría ver el sol
si él mismo no lo fuera. Cosmonautas, avisen
si es verdad esa estrella, o es también escritura
de la farsa.

Uno escribe en el viento: ¿para qué las palabras?
Árbol, árbol oscuro. El mar arroja lejos
los pescados muertos. Que lean a los otros.
A mí con mis raíces.

Con mi pueblo de pobres. Me imagino a mi padre
colgado de mis pies y a mi abuelo colgado
de los pies de mi padre. Porque el minero es uno,
y además venceremos.

Venceremos. El mundo se hace con sangre. Iremos
con las tablas al hombro. Y el fusil. Una casa
para América hermosa. Una casa, una casa.
Todos somos obreros.

América es la casa: ¿dónde la nebulosa?
Me doy vueltas y vueltas en mi viejo individuo
para nacer. Ni estrella ni madre que me alumbre
lúgubremente solo.

Mortal, mortuorio río. Pasa y pasa el color,
sangra y sangra mi pueblo, corre y corre el sentido.
Pero el dinero pudre con su peste las aguas.
Cambiar, cambiar el mundo.

O dormir en el átomo que hará saltar el aire en cien mil víboras
cráter de las ciudades bellamente viciosas.
Cementerio volante: ¿dónde la realidad?
Hubo una vez un niño.

GONZALO ROJAS

(De Contra la muerte; 1964)

poesiacomounarma.blogspot.com

martes, 6 de agosto de 2013

novias

las novias de los poetas sueñan indefensas
y se desnudan al ritmo de la canción del verano
como una cruda epopeya o un blasón del pasado
saludan al respetable y caminan sin dejar huella

las novias de los poetas precisan un sinfín de atenciones
como pálidas promesas en el cuartel del invierno
y aprenden el idioma de la hierba fresca
cuando suben al monte a cavar las trincheras

tanta lágrima disuelta alrededor de la almohada
cuando el tiempo recoge su soñada presencia
y aún no vuela el hechizo de la lluvia de agosto
y se aplaza el milagro y se enciende la hoguera

ellas aprenden a descifrar el perfume violento
que alberga el corazón de las tardes oscuras
cuando el humo penetra la paz de los sábados
y las yeguas se suicidan en las carreteras