viernes, 5 de abril de 2013

central station


la nube de incienso desciende sobre la mística hermosura
de los túneles donde canta la rabia oculta de la pobreza
se formaliza el ágape donde los ingenieros de lo absurdo
diseñan estratagemas de latón y sobrevuelan los relojes


gime la rueda que arrastra la efigie de los terratenientes
enfrentados al célibe caos de las máquinas infernales
caminamos hacia la estación central donde los acordes
de un mayo interior presagian enfebrecidos sueños

los murciélagos de la necesidad y el virus de lo previsible
describen elipsis en la urdimbre de los siglos
y derraman el vino agrio de los racimos 
sobre el rostro impasible de los economistas

las viudas se arropan con sábanas tristes
y los jóvenes jornaleros miden con su sombra
la puntualidad de los descendientes de esclavos

desde el andén se escuchan los juramentos
mientras deambulan en cómodos plazos
la dentadura del orangután y el ocio general de los militares
cubren de babas la estrecha andadura
y como una epidemia proliferan en masa
siempre alejados a partes iguales de la razón y el suicidio

en la estación central las atrevidas esdrújulas
sueñan con acentos oblicuos y extranjeros
mientras los capataces escurren el bulto

mucho ha llovido desde entonces y sin embargo
hoy los diluvios se esconden en las tazas de café
bajo la atenta mirada de los enamorados
que entregan su libido a los tragaluces de la primavera

la novia de los trenes aguarda una palabra
una ventisca o un trueno que haga descarrilar la espera
cruza el vestíbulo lleno de jinetes pálidos
y se adormece luminosa en brazos de la marihuana

en la estación central callan los sacerdotes
que ofrecen salmos precocinados a veinte duros
mientras las madres persiguen un misterio azul
entre los cadáveres recientes de la aristocracia

en la estación central los trabajadores se debaten
entre el humo de las factorías y el martilleo 
de las ardientes soflamas y no saben bien 
que bandera enarbolar ni cual 
es la tierra donde crece el trigo

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