así
como dos soles que delimitan la oquedad donde pervive el trigo
el
sueño rebelde de los primeros árboles
la
ceniza menuda que se acumula en los labios casi fríos
de
esta ausencia atlántica y hechicera
las
manos que se adaptan al trémulo palpitar de los estorninos
y
en cada pulso la precipitación exacta de unas alas
de
un brillo en la sangre como un pincel de cera
así
los ojos buscan determinación al borde de los acantilados
y
esconden la desnudez de los minerales
tras
el humo de las conversaciones a media tarde
hay
nieblas que no entendemos y son del aire
hay
vientos que se disfrazan en los balcones
hay
balcones que abren surcos entre la libertad y el hombre
es
tan frágil la espuma tan apetecible la desnuda
corriente
de la historia que nos arrastra hacia su laberinto
como
si fuésemos flechas prohibidas o estandartes
de
un ejército dispuesto a conquistar entre las olas el verbo
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