lunes, 3 de febrero de 2014

Félix Grande (in memoriam)

tú, memorable herrmano marginal, qué antiguamente observo
lo desvalido que irás por las ciudades con tus cuarentaitantos años de memoria a la rastra
hacia allá, al cementerio donde mamá reposa
bajo una hierba humilde y seca que dirá SON LOS AÑOS,
y más que nunca
precisarás la yema en la leche de cabra,
te sentarás sobre la losa tan ni siquiera tibia
y me recordarás a mí, como yo ahora te recuerdo, diciendo:

esta infancia tenaz, cómo ha mudado.

No quería despedirse enero sin añadir un poeta más a su nómina de ilustres muertos. Así, en apenas dos semanas, han fallecido tres grandes glorias de la lengua castellana: Juan Gelman y José Emilio Pacheco, ambos en México -aunque el primero fuese argentino-, y el 30 de enero, en Madrid, se nos fue Félix Grande.
Félix Grande Lara, flamencólogo y uno de los grandes renovadores de la poesía española de los años 60, nació en Mérida (Badajoz), en 1937. Hijo de republicanos -su madre trabajó en un hospital durante la guerra civil mientras su padre combatía en el frente-, se mudó con su familia cuando contaba sólo con dos años a Tomelloso (Ciudad Real), donde transcurrieron su infancia y su juventud. En 1957 se traslada a Madrid, donde ejerció diversos empleos antes de abandonar su trabajo como guitarrista flamenco para dedicarse a la literatura. En 1961 entró a trabajar en la revista literaria Cuadernos hispanoamericanos, de la que se convertiría en director al retirarse Luis Rosales.
Comenzó su carrera literaria con la poesía y obtuvo su primer premio, el Adonais, en 1963, por Las piedras, "libro de talante existencial en el que explora el tema de la soledad". Dos años después, en 1965, ganaría su primer galardón de narrativa, el Premio Eugenio d'Ors por su novela corta Las calles. Desde entonces no cesó de escribir y de recibir distinciones de todo tipo. Su obra evolucionó desde la inspiración machadiana y el compromiso social de su primer poemario hasta una reflexión sobre el lenguaje y el erotismo. Logró el premio Nacional de Poesía en 1978 por Las rubáiyatas de Horacio Martín, que constituye una exploración del sentido de la experiencia erótica.
Como ensayista puede señalarse el temprano Apuntes sobre poesía española de posguerra (1970), Mi música es para esta gente (1975) y su monumental Memoria del flamenco (1979), obra básica para una aproximación al arte flamenco, forma cultural a la que ya había rendido tributo anteriormente al elaborar los textos en prosa y verso del disco Persecución (1976), cantado por El Lebrijano.
Estaba casado con la poeta Francisca Aguirre (como él, Premio Nacional de Poesía 2011) con la que tuvo una hija, la también poeta Guadalupe Grande.
En su obra está presente una honda angustia existencial, una gran preocupación por el hombre y por la injusticia sobre la que se alza la sociedad, así como el amor y el erotismo. Su lenguaje poético es una constante búsqueda de nuevos modos de expresión, siguiendo los pasos de los surrealistas y en especial de César Vallejo.

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