los señores de traje negro
nos observan
y miden el perímetro de
nuestra supervivencia
sopesan el núcleo duro que
pueda albergar
alguna sospecha de
incumplimiento
recogen pequeñas muestras
de nuestro fracaso y estudian
en
el laboratorio de los
apocalipsis
la extraña estructura de
unos seres que aún palpitan
pese al grave pronóstico
en
la fiebre de las indecisiones
los señores de traje
inoculan sus dosis de malvada codicia
en las salas de espera de
los hospitales
y en las fuentes de
alabastro de los parques públicos
donde los niños de níquel
invierten su inocencia
y se arrojan como monedas a
los pies de las palomas
nadie conoce su rostro ni
su número
de identificación fiscal
aunque es vox populi
que habitan en las cavernas
como los murciélagos
los señores de traje
auscultan el arco iris de los incautos contribuyentes
y amanecen ebrios del hedor
de los pantanos
cuando siguen el rastro de
los jóvenes furtivos
que hace tiempo anularon su
reserva en el paraíso prometido
nadie dice esta boca es mía
y todos ocultan sus intenciones
por temor a la cuenta de
resultados
donde un riñón vale menos
que un litro de gasolina
y los bancos reducen sus
emisiones contaminantes
para ocultar el
despropósito de sus acciones
nada queda al descuido pues
el tiempo es oro
y los buitres justifican su
presencia en los despachos
donde sin embargo las
huestes de la desesperación
construyen en silencio
negros cadalsos
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