hemos abandonado la
inquietud del extremo occidente
para venir a abrazar la
estola egipcia de nuestros antepasados
como pasajeros contumaces
de un tren infinitamente lento
que ven alejarse en el velo
de las horas los postes en desbandada
hacia un horizonte
confusamente encendido en los argumentos
cuando apenas llevamos
recorrida una esperanza
y aún no hemos derribado
al monstruo de los pies de barro
hermanos el camino es largo
y no conviene
precipitar la hora
destinada a los ungüentos
tomad de una en una las
áridas promesas y forjad
en el ultrajado vértice de
los arrepentimientos
la antorcha encendida que
alumbra la casa de los poetas
hoy no tenemos respuestas
para tanta incertidumbre
hoy nos arden las manos hoy
nos duele el silencio
hoy se escuchan las voces
que retienen los muertos
y a través de la escarcha
que anticipa febrero
se oye caminar a las
proletarias hormigas
por la sombra del bosque
como un ejército
caminando hacia el campo de
batalla
tal vez deberíamos de
aprender del acero y del exilio
y acometer la vía del
predicamento
para presentir el fuego del
amor en nuestros desangelados huesos
pero toda condena es así
como un regreso
como un encuentro sin
memoria fiel de los hechos
como una partida de naipes
que el destino
juega sin querer contra
nosotros
y entonces cuando el tiempo
no acompañe
y las flores del querer se
hayan derramado
en la ciega certidumbre de
la fragua
podremos recoger las velas como un cóndor
pues en todo este tiempo
sólo hemos podido
aprehender
unos cuantos y hermosos
versos
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