adónde fueron a parar
los hilos rojos del atardecer
las nubes de incienso
en las temblorosas tardes
cuando tú te desnudabas
junto a la ventana
y colocabas la mano
delicadamente sobre tu pubis
como un gorrión en su nido
dónde quedó ese momento
de luz resplandeciente
como una suave ola que al retirarse
dejase al descubierto
la arena palpitante del deseo
no existe otra verdad
sólo tu vientre
como una copa cálida
derrite la inquietud
y acoge mi locura
los hilos rojos del atardecer
las nubes de incienso
en las temblorosas tardes
cuando tú te desnudabas
junto a la ventana
y colocabas la mano
delicadamente sobre tu pubis
como un gorrión en su nido
dónde quedó ese momento
de luz resplandeciente
como una suave ola que al retirarse
dejase al descubierto
la arena palpitante del deseo
no existe otra verdad
sólo tu vientre
como una copa cálida
derrite la inquietud
y acoge mi locura
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